“la atribución errónea o autenticidad dudosa de una obra no se percibe hoy, necesariamente, como una estafa o engaño sino que representa un cambio eminente en el discurso sobre el arte y su lenguaje”
Con los precios astronómicos a los que llegarían a cotizarse las obras de los grandes artistas, una pintura renacentista por £60.000 parecería toda una ganga. Ciertamente hubiera sido un éxito, si Portrait of a Man with Skull no hubiera resultado siendo una atribución errónea a Hans Holbein the Younger. Pero dando cara a sus equivocaciones y después de más de un siglo y medio de hacerse una colección de obras con autenticidad controvertida, el National Gallery de Londres puso su otra mejilla y montó una inusual exposición.
En “Close Examination: Fakes, Mistakes and Discoveries”, el cuarto museo más visitado del mundo revela, sin censuras, las más sorprendentes historias detrás de la autenticidad de algunas obras de su colección. Una colaboración entre las ciencias aplicadas y los expertos de arte anunció, por ejemplo, que The Virgin and Child with an Angel adquirida en 1924 como un Francesco Francia, resultó siendo una copia de segunda mitad del siglo XIX: “The re-use of an old wood panel and the meticulously applied “cracks” suggest that it was made with deliberate attempt to deceive”.
Hay indicios de una nueva tendencia; percibir el valor de “lo falso” sin el desprecio social que recae sobre él. Hasta hace un año, por ejemplo, El Museo del Prado se enorgullecía de poseer El Coloso de Goya. Pero la pintura es presuntamente de su aprendiz, Asensio Juliá, un pintor poco investigado en España y completamente desconocido para el resto del mundo. Ciertamente Napoleón tenía razón cuando expresó que “History is a myth that men agree to believe” y nosotros pareciéramos justificarlo al permitirnos apreciar la imitación sin emitir juicios de valor, lo que evidentemente, es un terreno ya conquistado por la moda.
El Prado, luego de una larga y deliberada omisión, hizo público su veredicto al que, no obstante, los investigadores habían llegado hace ya varios años. El momento era propicio pues lo substancial, para esta época, no es desgastarse en debates morales sobre la autenticidad dudosa de una u otra obra sino, en contraste, destacar el valor que culturalmente tiene destapar su condición. Coherentemente, El Coloso no se retiró a los depósitos de la mundialmente reconocida pinacoteca sino que se mantuvo en su colección permanente, actualmente en una sala contigua a las Pinturas Negras y los Fusilamientos de Mayo de Goya. ¿Será que estamos reemplazando mitos?
Lo cierto es que “National Gallery to put its fakes and forgeries on show” era un titular impensable antes del siglo XXI, y en cambio ahora el National Gallery se monta una estupenda exposición con sus controvertidas obras mientras el Museo del Prado se confiesa con su Coloso. Se acabaron los rumores y escándalos. Ahora, todos muy felices confirman que ¡sus colecciones tienen obras falsas! Es un cambio de actitud.
El panorama es el siguiente. Se estima que el 50% de las obras que circulan en el mercado son falsas y que la autenticidad dudosa es el motivo más común para que una casa de subastas rechace una. Adicionalmente, no es secreto para nadie que las colecciones están inundadas de falsos tanto así que en Francia hay un dicho genial: “Corot painted 2,000 canvases, 5,000 of which are in America”.
Pero desde otra perspectiva, una más contemporánea quizás, lamentos como el del art dealer norteamericano D.A Hoogendijk durante el juicio al holandés Han Van Meegeren, Now that I look around this courtroom and see all these paintings together, I don't understand how I could ever have believed them to be Vermeers, estarán pronto tan fuera de temporada como los leggings en el verano 2010: "it's just that it isn't projecting a cutting-edge look any more".
La provenance tradicional también esta bajo la lupa pues aunque no es garantía de autenticidad, puede incrementar el valor de una obra en un 50%. La ascendencia de The Painter´s Father de Durero, por ejemplo, es exquisita. Fue un regalo de la Ciudad de Nuremberg al Rey Carlos I que eventualmente terminó en la colección del National Gallery. El único inconveniente es que recientemente descubrieron que no es un original sino una copia de segunda mitad del siglo XVI. ¿Podría un escenario nuevo conciliar el conflicto entre la desvalorización de una obra por engaño y su valorización por provenance?
Los modos de percepción avant-garde se ven con más claridad en el ocaso de los paradigmas estéticos dominantes. Como un urinario, que acostado sobre su espalda y firmado 'R. Mutt 1917', se convierte en el emblema de la Historia del Arte Moderno legitimándose como obra de arte al ingresar a varias colecciones reconocidas como Tate Modern y Centre Georges Pompidou. El efecto sobre su valor comercial es que el mismo urinario se tase incluso en £816,000. Una vez operando en el mundo jerárquico del arte, el mercado tiene la estupenda capacidad de valorizar hasta la mierda.
Es posible, por lo tanto, que la obra de Asensio Juliá se vuelva más interesante para el mercado, incluso si el Coloso se desvalorizara comercialmente por haber salido del catálogo de Goya. Su valor agregado radica en que su presunto Coloso haya sido confundido durante decenas de años con un Goya. Sin embargo, para el Museo español, el efecto sobre el valor comercial de su patrimonio no tiene mayor relevancia en la actualidad. Su responsabilidad no es con el mercado sino con la conservación, investigación y difusión de su colección. No obstante, es una gran oportunidad para la Casa de Subastas Alcalá, como quizás era presumible. Naufragio, atribuido a Asensio Juliá, será subastada en su próxima sesión de Octubre.
Lo que queda claro es que la atribución errónea o autenticidad dudosa de una obra no se percibe hoy, necesariamente, como una estafa o engaño sino que representa un cambio eminente en el discurso sobre el arte y su lenguaje. ¿Podríamos entonces predecir un mercado legitimo de falsificaciones? Ciertamente lo tienen todo. Desde una distinguida provenance hasta un astuto virtuosismo. Adicionalmente, un gran “WOW Factor” que le da su polémica historia y escandalosa biografía. Poseer una “copia-maestra” que engañó desde expertos hasta monarcas tiene, indudablemente, su atractivo.
Además, no suena realmente tan descabellado que un coleccionista, que la revista Forbes haya calificado como billonario, deje pasar un Poussin original para pujar, en cambio, por un Poussin originalmente pintado por el hábil copista romano Angelo Carosselli. Después de todo, los públicos buscan retos y el mercado tiene que ofrecerles novedosos productos. Por lo demás, el mercado del arte tiene pinta de ser un gran absurdo y si el cadáver de un tiburón en formol ostenta los $12 millones, ¿no parecería apenas sensato impulsar un segmento de mercado legitimo para las muchas copias maestras que hoy circulan por el mundo?